La indolencia de las autoridades a veces duele, en otras aturde.
Hay por la ciudad muchas obras inconclusas, mal hechas o simplemente inservibles. Todas resultado del trabajo mediocre o deficiente de algún funcionario público. Y casi llega uno a acostumbrarse a esas manchas vergonzosas en el paisaje citadino.
Pero el colmo se localiza en el cruce la de Avenida de las Torres y Santiago Troncoso.
En esa esquina se encuentra una farmacia (obra privada, por supuesto) que demuestra claramente que la indolencia no es propia y exclusiva de los organismos gubernamentales, sino que también toca e infecta a lo privado.
En la esquina mencionada se puede ver, con solo mirar hacia la farmacia, unos cables que atraviesan una pared.
¿Cómo pudo pasar eso? ¿Qué ingeniero, o qué arquitecto, o qué supervisor de obra tuvo la desfachatez e ignorancia de aceptar un trabajo así?
Supongo que esa situación es, por lo menos, insegura. El corolario de este absurdo se resume en la frase tantas veces vista en redes sociales: “A mí me pagaron por hacer una pared, no por quitar cables”.