Ser periodista nunca ha sido sencillo. Quienes ejercemos este oficio lo sabemos: cada entrevista, cada acercamiento, cada intento por reconstruir la realidad con palabras implica riesgos, no siempre visibles a primera vista. Nuestro trabajo consiste en escuchar, contrastar, verificar y narrar; no en tomar partido ni en prestarnos a intereses ajenos. Sin embargo, a veces la línea que separa al periodista de los protagonistas de una historia se vuelve incómodamente frágil.
Hace unos días busqué a una persona que está presentando una denuncia. Mi propósito era claro: escucharla directamente, comprender su versión y, con ello, contribuir a que la sociedad conozca los hechos de la manera más completa posible. Pero lo que encontré no fue disposición al diálogo, sino una exigencia: que yo me sumara a su causa y convirtiera mi trabajo en una extensión de su denuncia.
La amenaza no tardó en llegar: si no tomaba partido, esa persona “expondría mis mentiras”. La acusación es absurda, porque no tengo nada que ocultar. Mi oficio se sostiene en la credibilidad, y sé que ella solo se conserva con transparencia. Pero no deja de ser inquietante que alguien crea tener derecho a manipular al periodista, a usarlo como herramienta de presión o de venganza.
El periodismo no puede construirse desde la imposición ni desde la amenaza. Si cedemos, dejamos de ser periodistas para convertirnos en militantes de causas que no nos corresponden. Nuestro compromiso no es con una voz particular, sino con la sociedad que merece información verificada y narrada con honestidad.
Lo más doloroso de este episodio no es el temor a una acusación infundada, sino la pérdida de confianza: la constatación de que, incluso en la búsqueda legítima de la verdad, uno puede ser convertido en rehén de intereses personales. Y aunque sigo convencido de que vale la pena ejercer este oficio, no puedo evitar la melancolía que deja el saberse vulnerable frente a quienes ven en el periodista no a un puente hacia la verdad, sino a un instrumento que se puede forzar a su servicio.