La reciente tragedia natural en Valencia debería servir como una llamada de atención global, pero especialmente para nuestra ciudad.
En aquella ciudad española, de primer mundo, no hubo una alerta adecuada para advertir a la población. Además, el hecho de que una presa de dos mil años fuera la principal infraestructura capaz de contener un desastre aún mayor, nos impulsa a reconsiderar cómo se han gestionado las necesidades de protección frente a la fuerza de la naturaleza.

El contexto
A finales de octubre de 2024, la Comunidad Valenciana y otras regiones de España enfrentaron fuertes lluvias e inundaciones debido a una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA), con precipitaciones de hasta 100 litros por metro cuadrado en áreas específicas. Valencia experimentó lluvias intensas y persistentes que causaron inundaciones en carreteras, viviendas, y otros espacios urbanos. Las autoridades emitieron alertas naranjas en varias zonas de la región y, en algunas áreas, incluso se ordenaron evacuaciones preventivas y cierre de vías principales para proteger a los residentes.
Los servicios de emergencia y el gobierno local establecieron equipos de respuesta rápida para auxiliar a las personas atrapadas en sus vehículos y hogares, al tiempo que trabajaban en el restablecimiento de servicios y el despeje de carreteras en las zonas afectadas, particularmente en las áreas urbanas y turísticas. La acumulación de agua también causó desprendimientos de rocas en rutas y un aumento de las llamadas a los servicios de rescate para evacuar personas en riesgo.
En Ciudad Juárez
En nuestra ciudad las lluvias, sin importar la intesidad, siempre generan caos. Problemas en el drenaje pluvial, basura en las calles, baches en el pavimento, diques sin mantenimiento, y un sinnúmero de otras variables, hacen que Ciudad Juárez se colapse con las lluvias.
Las tragedias, lamentablemente, acompañan a las lluvias.